Traducido por Fernando Battaglini
Mi hermano el menor me compró una gorra nueva de los Blue Jays. Una de la Colección Cooperstown, azul claro con el logo antiguo, y una blanca para él. Estuvo atrapado en Toronto un rato entre vuelos y no pudo ir a ningún partido, pero lo oyó, y lo más cerca que pudo acercarse fue lo suficiente para conseguirnos gorras. Desde fuera de la cúpula abierta se oía el rugido de júbilo: el estadio estaba lleno; estaban ganando, otra vez, porque eso es lo que hacen este año, este equipo, ganan, piensas que no podrán hacerlo esta vez, pero lo hacen. Cuando me puse la gorra para ir a trabajar, mi hermano Adam dijo: “Veo que te estás subiendo al coche”. Bromeaba, porque solo me conoce como aficionado de los Dodgers; empecé a trabajar aquí a finales de julio del año pasado, los Jays no eran nada del otro mundo, y los Dodgers tenían a Ohtani y ganaron la Serie Mundial; había muchísimo que decir sobre ellos. No, de hecho, los Dodgers eran la onda hace nueve años. Los veía porque jugaban a las 7:10 y porque eran buenos, sabías que iban a ser buenos. Los Jays son el equipo con el que crecí. “Mi equipo”. No me gusta usar el posesivo con los equipos deportivos, pero si tuviera que usarlo con cualquier equipo, serían ellos
Los Jays de este año, el equipo que gana, que remonta los partidos y gana, repentinamente poseídos de una cohesión y credibilidad que carecían en años anteriores: los Jays de George Springer volvieron a la vida increíble, Ernie Clement y Addison Barger, Vlad un Blue Jay para siempre, Daulton Varsho elevándose y dando volteretas en el jardín. Los Jays que he visto en fragmentos. A través de las estadísticas y los cuadros de anotación. Partidos condensados después de llegar a casa, en el auto justo después de salir del trabajo, Gameday en un momento lento en el mostrador de circulación. He visto tal vez un puñado de juegos en tiempo real. Hace 10 años me colgaba de cada lanzamiento, cada momento que no estaba viendo en tiempo real era insoportable, los segundos perdidos en los sitios de transmisión con retraso, llevando una radio para escuchar los juegos en el autobús. Hace diez años, cuando la afición durante mucho tiempo dormida cobró vida delirante y estremecedora. Cuando voy a los partidos en Nat Bailey, la camiseta que más veo además del número 27 es la número 20. En mi armario cuelga el impecable número 2 azul real. Comparado con la persona que recibió esa camiseta en octubre de 2016, por su cumpleaños número 19, siento que apenas tengo derecho a llamarme aficionado.
Me pongo la gorra. Veo el partido resumido. Este fue una paliza: Springer (recuerdo el día que lo firmaron, la alegría que sentí, siempre fue un jugador que me gustaba en un equipo que odiaba), una y otra vez, ¿de dónde salió esa velocidad de bate?, la potencia regresó, la pelota desapareció una vez más en los vibrantes asientos del domo, ese azul oscuro que todavía no me acostumbro a ver. Los Orioles patean la pelota. Los Jays hacen jugadas impecables una tras otra. El rodado se cuela, el blooper cae en el hueco, el pie extendido supera el tiro a primera. Vlad pega un puñetazo al aire. Incluso en esta paliza que ahora es, siento su urgencia. Saben, como yo, que este año es real. Este es el encuentro, finalmente, finalmente, finalmente, después de todas las expectativas y los fracasos. El desánimo de la temporada pasada. Springer se desplomó en los jardines, 2022, humillación total. Esa imagen se desvanece con cada día que pasa. Era un Springer diferente, un estadio diferente, un equipo diferente; la repetición en alta definición de 2015, su repetición, reemplazada por el futuro que por fin está aquí, frente a nosotros, está sucediendo ahora mismo, aún podría suceder. Pronto. Realmente podría ser este año.
Los Jays ganaron la Serie Mundial en 1993, el año en que nació mi hermano el mayor. Tras su fallecimiento en junio pasado, entré al apartamento donde vivía con el resto de mi familia y vi una nota adhesiva en la mesa del comedor donde había estado intentando mejorar la alineación de los Jays, lo cual era inútil, un esfuerzo inútil; no iba a funcionar; los problemas eran más profundos que el lugar donde Schneider bateaba, Spencer Horwitz. En esos últimos meses, los Jays parecían ser lo único sobre lo que podíamos tener, aunque fuera una pequeña conversación, conversaciones que, sin embargo, no conducían a nada, como todas las demás, porque el equipo no iba a ninguna parte, porque no nos entendíamos. No iba a funcionar.
Y luego se murió. El equipo que era malo seguía siendo malo. Pasó la temporada invernal. Él seguía muerto. Pero el equipo que era malo es estupendo. Uno de los mejores que he podido ver, aunque solo puedo ver destellos. La alegría pasa a través de estos destellos, a través de mí, y toca la ausencia de alguien más, me hace recordar su forma hueca. Tomé lo del béisbol y corrí con ello, con 19 años y emocionado por escribir blogs sobre los Jays gratis, pero no fue mío primero, fue suyo, como pasa con los hermanos, intentas hacerlo tuyo, pero en realidad es: mira, puedo ser como tú, puedo saber las cosas que tú sabes, podemos hacer esto juntos. Puedo ser real en la forma en que tú eres real. Tal vez con el rabillo del ojo podemos vernos el uno al otro mirando lo mismo. Veo los mejores momentos. Con el rabillo del ojo no veo nada.
Mi hermano, el menor, y yo hablamos de ir a ver a los Jays en la postemporada. No solo es posible, sino probable. ¿Te lo imaginas? Yo no podría, no este año; las circunstancias de mi vida, las cosas que me impiden pasar horas al día viendo partidos, me están llevando a otro lugar en octubre. Pero él podría ir solo. Sabes, le digo, yo tenía tu edad cuando empecé a tomar el autobús a Safeco solo. Tenía 19 años, como tú ahora. ¿Hace tanto tiempo? ¿Soy mucho mayor? Parece imposible que un equipo de béisbol pueda continuar donde una persona no lo hace, pero lo hacen. No tenían esperanza hasta que dejaron de tenerla. Son jóvenes como yo: 27, mi número favorito de niño. El número en la camiseta que veo por todas partes ahora. La edad que tengo ahora mismo. Este podría ser el año. De todos los años. Este podría ser.
Sigo usando la gorra.
The post Usando el sombrero appeared first on Baseball Prospectus.